Aunque el acné no es una enfermedad infecciosa, los antibióticos tópicos y orales han sido un pilar fundamental del tratamiento en los últimos 40 años.
Esto se debe a las propiedades antiinflamatorias de los antibióticos, especialmente de las tetraciclinas.
El uso generalizado de antibióticos para tratar el acné ha llevado a una contribución (excesiva) de la resistencia bacteriana a dichos compuestos.
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¿Por qué se produce el acné?
Aunque esta pregunta podría dar para varios libros y ya lo mencionamos en otra entrada, podríamos resumirlo en los siguientes puntos:
- Incremento de la producción de sebo bajo el control de los andrógenos.
- Queratinización alterada, con la resultante formación de comedones.
- Proliferación de Cutibacterium acnes en los folículos pilosos.
- Liberación de mediadores inflamatorios en la piel.
¿Por qué funcionan los antibióticos en el acné?
En el acné la inflamación localizada en la unidad pilosebácea y en esta inflamación juega un papel muy importante la bacteria Cutibacterium acnes.
Los antibióticos orales funcionan porque actúan sobre todo en la proliferación de C. acnes y en la inflamación resultante. También actúan – aunque en menor medida – sobre la alteración de la queratinización, dado que modifican el tipo de ácidos grasos de la piel.
Los antibióticos que han demostrado actividad antimicrobiana in vitro frente a C. acnes son: tetraciclinas (doxiciclina, minociclina, sareciclina), macrólidos (eritromicina, azitromicina), clindamicina, trimetoprim, cotrimoxazol y quinolonas.
Si los antibióticos funcionan, ¿por qué no usarlos más?
La respuesta a esta pregunta es compleja. Lo primero sería conocer el uso que se hace de antibióticos en pacientes con acné, y es un dato que no conocemos. Por los datos que se manejan a nivel global, España es uno de los países con más consumo de antibióticos de Europa en general, lo cual es un motivo para alarmarse.
Lo que sí sabemos es que tenemos una tasa de pacientes con acné y C. acnes resistentes a clindamicina y eritromicina muy superior a la de otros países desarrollados. Hoy sabemos que el uso de antibióticos y la emergencia de C. acnes resistentes están correlacionados.
El problema además no es solo para los pacientes con acné, sino que las bacterias resistentes pueden extenderse a la piel de otros contactos no tratados.

C. acnes resistentes a antibióticos en distintos países desarollados (extraído de Walsch et al., 2016).
Los antibióticos mal utilizados producen problemas de salud
Por si lo anterior no fuera suficientemente importante, existen estudios que relacionan el uso de antibioterapia tópica y oral para el tratamiento del acné con un aumento de infecciones del tracto respiratorio superior.
Y, aunque los datos no permiten establecer causalidad, el uso frecuente de antibióticos se ha relacionado también con el aumento de casos de cáncer colorrectal y cáncer de mama.
¿Cómo se manifiesta en los pacientes una resistencia a antibióticos?
Puede manifestarse como una respuesta reducida al tratamiento, una respuesta inexistente o incluso con un empeoramiento o recidiva.
Y lo peor es que, aunque las bacterias causantes del acné no respondan a los antibióticos, su uso sí ejerce presión para seleccionar bacterias resistentes no relacionadas, que crecen en el huésped y éste extiende a otros contactos.
El caso de la eritromicina
La eritromicina tópica (en gel o en toallitas) es hoy en día menos efectiva de lo que lo era hace años. Una revisión que incluyó más de 40 ensayos clínicos, demostró esta pérdida de efectividad.
Los autores lo atribuyeron al progresivo incremento de cepas de C. acnes resistentes a antibióticos, aunque el mecanismo no es bien conocido.
¿Qué podemos hacer para evitar las resistencias a antibióticos?
Existen múltiples estrategias para evitar la resistencia a antibióticos cuando tratamos pacientes con acné. La principal y más obvia es no utilizarlos cuando tenemos otras alternativas mejores: retinoides tópicos y orales, peróxido de benzoilo, terapias físicas o medicamentos que actúen sobre las hormonas.
Cuando el uso de antibióticos sea necesario en un paciente concreto, las siguientes medidas son fundamentales:
- Utilizar sólo en acné moderado o grave.
- Limitar la duración de la terapia antibiótica, utilizando los antibióticos el mínimo tiempo posible y evitar en todo caso tratamientos de más de 3 meses.
- Añadir de forma obligada al antibiótico oral un agente tópico no antibiótico como un retinoide o el peróxido de benzoilo.
- Utilización de doxiciclina a dosis subantimicrobianas (40 mg/día), con efecto antiinflamatorio pero con un aparente mejor perfil de seguridad.
«La isotretinoína es muy fuerte, ¿no será mejor esta crema de la farmacia?»
Como vemos, la percepción del riesgo es muy variable. En el imaginario colectivo puede parecer «fuerte» una medicación como la isotretinoína, anque sea a dosis bajas, y sin embargo no vemos ningún problema en utilizar productos tópicos con antibióticos, incluso durante años.
Tenemos que concienciarnos de que la resistencia a antibióticos produce miles de muertes al año solo en España. Y aunque no podemos cuantificar el efecto que producimos tratando el acné, a la vista de los datos podemos deducir que no es pequeño. De modo que tanto médicos como pacientes debemos hacer un uso responsable de los antibióticos, para que continúen salvando vidas como hasta ahora.
Referencias:
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